domingo, 16 de octubre de 2011

LENGUAJE: ¿SEPARATISTA YO?

Guayaquil, domingo 4 de julio del 2004

¿Separatista Yo?
Por Rafael Cuesta Caputi
El Telegrafo

Pues si, si lo soy; aunque el término exacto sería
Independentista. El Separatismo es la lucha de los
ciudadanos de una región, que por razones políticas,
étnicas, económicas, religiosas, etc. buscan la
desmembración territorial de su País porque no desean
seguir siendo parte de él y anhelan crear el suyo
propio. La Independencia representa mucho más que una
separación. La Independencia es la liberación de un
sistema opresor mediante el cual se ha sometido a los
ciudadanos de una región del País y se los ha
explotado hasta el límite de la humillación. En el
caso de Ecuador ese sistema opresor se llama
centralismo y las víctimas somos los ciudadanos de las
provincias de la costa

No soy el único que piensa así, en Manabí, Los Ríos,
El Oro, y Esmeraldas es común escuchar a la gente
decir que "la única solución es separarnos". Lo dicen
también en privado los políticos más importantes de
Guayaquil pero no se atreven a decirlo en público, lo
anhelan los empresarios pero callan por sus intereses
empresariales, lo sueñan los estudiantes y
trabajadores pero no hay quien los guíe.

Quienes lo dicen, anhelan o sueñan tienen razón, ya es
hora de separarnos. Es que el centralismo se ha
enquistado y ha creado un cáncer que hay que extirpar
ya, son 182 años de opresión que hay que terminar. Si
hacemos algo de historia veremos la dolorosa verdad
ante nuestros ojos.

Guayaquil fue República Independiente y su territorio
abarcaba desde Cojimíes hasta Tumbez, o lo que
actualmente son las provincias de Guayas, Los Ríos,
Manabí, El Oro, parte de Azuay y parte de Esmeraldas.
Lo fue desde el 9 de octubre de 1820 hasta el 13 de
julio de 1822, fecha en la que mediante el uso de la
fuerza fuimos sometidos por Simón Bolívar, el genio
libertario que se convirtió en megalómano desquiciado
por su grandeza y con los vanidosos deseos de
convertirse en emperador de la Gran Colombia. A partir
de ese momento perdimos nuestra libertad que la
habíamos ganado sin la intervención de Bolívar, nos
anexaron a Quito y con el transcurrir de los años se
nos despojó de toda nuestra capacidad productiva. Los
intentos federalistas de Olmedo y Rocafuerte de 1830 y
1845 fueron aplacados por el naciente centralismo ­
militarismo encabezado por Flores y su corte quiteña
creadores de lo que hoy es la República del Ecuador.

Desde entonces vivimos aplastados, dominados y
castrados. No obstante hemos sido capaces de
sobrevivir, crecer y salir adelante gracias a nuestro
esfuerzo pero cuando esto sucede la reacción
centralista es inmediata. Veamos otra vez la historia.

A fines del siglo diecinueve Guayaquil se había
convertido en toda una potencia. Su fantástica
producción agrícola la hacía merecedora de grandes
riquezas, fuentes de trabajo y progreso vertiginoso.
No se requería del estado, la lejanía del poder
político nos hacía libres. Se creó la Junta de
Beneficencia, la Cámara de Comercio y empezó a
circular diario EL TELEGRAFO. Las instituciones de
desarrollo eran subvencionadas por los guayaquileños,
no por la burocracia. Esto era un peligro para los
centralistas y había que castigarlo. Nació así el
primer impuesto contra la producción, el Gobierno
negoció con la iglesia católica que hasta ese entonces
obligaba al pago del "diezmo", la sustitución de ese
robo por otro robo, se creó el impuesto a ¡la
exportación de cacao! Afortunadamente Eloy Alfaro
acabó con ese gravamen al crear un verdadero estado
laico. Pero no duró mucho, un manabita no podía estar
tanto tiempo en el poder, había que asesinarlo y así
lo hicieron.

En 1925 Guayaquil era el principal puerto de
Sudamérica, sus astilleros construían gigantescas
naves de carga, la producción de cacao, banano, arroz,
algodón era apreciada internacionalmente y los
ingresos que se recibía eran invertidos en Guayaquil y
su progreso. La costa tenía más recursos que el estado
inútil que no podía mantener unas fuerzas armadas
ambiciosas de poder. Entonces había que destruir ese
poder económico y encontraron un chivo expiatorio: El
Banco Comercial y Agrícola junto a su dueño Francisco
Urbina Jado.

Ese banco tenía más capacidad de emisión que el
Gobierno, su reputación era intachable y su confianza
internacional era admirable porque estaba sostenido en
la producción agrícola de la costa. Los centralistas
decidieron que era un banquero corrupto y se
inventaron una revolución en uno de los capítulos más
negros de la historia de Guayaquil, una revolución de
la cual se jactan todavía unos cuantos ignorantes, una
revolución puerca que como resultado hizo caer al
Ecuador en el abismo de una dictadura militar, liquidó
al Banco Agrícola, despojó a los productores costeños
de sus recursos depositados en el banco, quebró las
exportaciones de nuestra agricultura y creo el
inefable Banco Central del Ecuador.

Hasta aquí la primera parte y las primeras razones
para decir: Si, yo soy independentista, como lo son
todos los que votaron a favor de las consultas
autonómicas de la costa y Sucumbíos que después fueron
engañados. Y no me importa que me digan separatista.

1 comentario:

  1. Muy Bueno! Yo recuerdo que el ilustre Sr. Cuesta escribió una serie de 4 capítulos (si recuerdo bien) sobre la Independencia. De esto hace ya muchos años. Teneis esos otros artículos?
    Saludos.

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